Juanito estaba en la sala de su casa, jugando a los tazos... de pronto, uno de ellos, por cierto, el que más llamaba su atención, al ser impactado "voló" y se metió debajo de uno de los muebles...
Sí, aquel sofá era muy grande y pesado para él... intentó moverlo muchas veces, pero sin éxito...
Primero pensó que sería mejor olvidarse de su tazo, pero también se dio cuenta de que no quería dejar de jugar sin su objeto preferido.
Intentó una vez más, se enojó, golpeó, pataleó, hizo berrinche y, finalmente, se echó a llorar...
Su padre, al escuchar sus lamentos, se puso junto a él, y simplemente lo abrazó...
¡Aquellos brazos eran tan cálidos! Juanito se dio cuenta de que, ciertamente, él no podía mover aquel mueble pero, con su padre, sí... por eso, en tono de súplica, le rogó:
- Papá, ¿Me ayudas a mover el mueble?
Por supuesto que su padre le ayudó: juntos movieron el sofá y todo volvió todo a la normalidad: Nuevo juego, nuevas ganas y... ¡Nuevo compañero!
* * * * * * *
¿Cuántas veces andamos por nuestra vida enojándonos o poniéndonos de mal humor con todo y con todos por cosas que no podemos hacer... porque se trata de actos consumados, donde no es posible hacer nada para cambiarlos... y en estas condiciones, el llanto suena a nuestra única salida...
Solos, en verdad, no podemos...
Pero contamos con Alguien que sí puede... Dios está a nuestro lado. Él oye nuestras quejas, y nos brinda el más cálido de los abrazos... y si nosotros le rogamos que nos ayude, sin duda que todo tendrá mejor curso...
Querido lector: ¿Qué prefieres: Terminar "tu juego", o pedir su ayuda?
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