martes, 30 de abril de 2013

Comentando las "catolicadas" (Capítulo 1)


Una excelente oportunidad para clarificar temas de "frontera".

Ya había compartido un poco acerca de las "CDC" ("Católicas por el Derecho a Decidir"). Para ver el post, de click aquí... Sin embargo, agradezco mucho el dato que María Elena Ocegueda Juárez, preclara compañera de mi trabajo en el SEDEC de Guadalajara, me compartió, y me propuse el reto de afrontar esta serie animada, comentándola, capítulo por capítulo, con argumentos sólidos y en concordancia con el real magisterio de la Iglesia Católica.

Cabe señalar que se ve que a esta serie "se le ha invertido"... hay quienes dirán que "convence", que "está divertida", o que "se ve muy bien hecha"... en sus propias palabras, los creadores de la campaña aseguran que "las posiciones y declaraciones de los Obispos toman vida a través del personaje del Padre Beto, y las enseñanzas de la tradición católica así como los valores y percepciones de la feligresía son representadas por la entusiasta y aguda Sor Juana".

Tenemos material "para rato"... analizaremos qué tanto hay de verdad en su opinión... comencemos con el capítulo 1: Una mejor Iglesia


Síntesis del video:

Aparece en escena el Padre Beto, y Sor Juana, supuestamente enviada por el Arzobispado para ayudarle con la parroquia...

El Padre Beto, muy extrañado, le aclara que él pidió "UN SACERDOTE"... Sor Juana, evidentemente emocionada, hasta pegando de brinquitos, le dice que "si él se lo autoriza, ella podría ayudarle en caso de emergencia a impartir los sacramentos".

El Padre Beto, como era de esperarse, asegura que ahí debe haber "un error". Sor Juana alega que el error real es la "estructura patriarcal de la Iglesia".

"Patriarcal", según Sor Juana, significa una Iglesia que excluye a las mujeres impidiéndoles ser sacerdotes. Es posible una nueva teología que no imponga sólo a los hombres. En varios países del mundo trabajan cientos de personas bajo el nombre "Católicas por el Derecho a Decidir" por una mejor Iglesia, que promueva el amor al prójimo, que respete la diversidad, que no juzgue ni castigue a las mujeres, sino que las acompañe y camine junto a ellas".

El Padre Beto dice que hablará con el Arzobispo, que lo resolverá con una llamada. Sor Juana pide algo de comer, que se muere de hambre; el Padre dice que está bien, que hable con "Prudencia" (refiriéndose quizás a la cocinera del curato), pero que ni deshaga su maleta...

Sor Juana concluye diciendo que después de la llamada se quedó en la Parroquia, porque el Arzobispo le hizo ver que cada vez hay menos sacerdotes...

Análisis del video:

1. Los párrocos, ciertamente, solicitan al Arzobispo (si es que se trata de una Arquidiócesis, o al Obispo titular, si se trata de una Diócesis), la ayuda de algún Vicario (un Sacerdote que haga las veces del párroco, y que coopere con él en el cuidado pastoral de la comunidad), o incluso, en la medida de las posibilidades, de algún Diácono (de un varón que haya recibido el Sacramento del Orden en este grado. Puede ser "permanente", es decir, un hombre que siempre ostentará este grado del Orden Sacerdotal, sin aspirar al Presbiterado o al Episcopado; o  transitorio, es decir, un Diácono que sólo ostentará este grado un determinado tiempo, pudiendo aspirar a otro de los grados del Orden Sacerdotal). Pero no es necesario que un párroco pida a su Obispo la cooperación de una religiosa, ya que ellas, ordinariamente, viviendo en comunidad, se ciñen a las normas particulares de su congregación, y su trabajo, en consonacia ciertamente con el titular de la Diócesis, es constantemente avalado por las normas de su carisma. Es decir, los religiosos y religiosas tienen "abades" o "superioras", y un consejo que promueve o frena el desempeño de sus miembros en la vida eclesial.

2. El único Sacramento que todo cristiano puede administrar en caso de emergencia es el Bautismo (Ver CIC 861). En todos los demás sacramentos, con excepción del matrimonio, donde la pareja funge como ministros de su unión, los ministros ordinarios son el Diácono (bautismo), el Presbítero (bautismo, reconciliación, eucaristía, y unción de enfermos) o el Obispo (bautismo, confirmación, reconciliación, eucaristía, unción de los enfermos, orden sacerdotal y.matrimonio).

3. ¿Qué podemos decir de la estructura "patriarcal" de la Iglesia? "Patriarca" proviene de dos palabras griegas: "Pater" ("padre"), y "Arco" ("mandar"). En las sociedades antiguas era frecuente el "patriarcado", refiriéndose a la responsabilidad y al poder que ostentaba el jefe de la comunidad. La Iglesia Católica, ciertamente, y sin afán de opacar excesos y atropellos que se han dado en el pasado, fiel a una tradición bimilenaria, descansa la responsabilidad eclesial en varones, pero esto no significa que se minusvalore, se atrofien los derechos, o se denigre la dignidad de las mujeres. En la Iglesia, todos sus miembros, hombres y mujeres, formamos parte del Cuerpo Místico de Cristo, y cada uno debe hacer su función en bien del mismo (Ver 1 Co 12). Es un tema que nuevamente vamos a tratar en capítulos posteriores.

4. No sólo las Católicas por el Derecho a Decidir, sino cualquier persona con sentido común, comprende que es necesario que se promueva el amor al prójimo, que se respete la diversidad, y que no se juzgue ni se castigue a las mujeres, sino que se les acompañe y se camine junto a ellas. La Iglesia Católica jamás podrá oponerse a esto...

5. La falta de Vocaciones Sacerdotales no debe "relajar" la autoridad o el gobierno de la Iglesia. Los fieles laicos tienen su papel y deben desempeñar con responsabilidad y mucha generosidad sus carismas en ella. Desde nuestro bautismo hemos sido incorporados como miembros de Cristo: Somos sacerdotes de Cristo, de Cristo somos profetas, y de Cristo somos reyes. Por último, señalemos que esta distinción jerárquica (sacerdocio ministerial y sacerdocio de los fieles), no debe obstaculizar que profesemos, celebremos y vivamos nuestra fe...

miércoles, 24 de abril de 2013

¿Cómo está tu frasco? (Cuento)


En cierta ocasión, un profesor de filosofía, constatando que gran parte de su alumnado se quejaba de que "no les ajustaba el tiempo", preparó una sencilla lección:

Llevó un frasco de vidrio, unas piedras de buen tamaño, algunas piedrecillas más pequeñas, arena, y su taza de café...

Cuando comenzó la clase, y contando ya con la atención de sus alumnos, tomó en alto el frasco y comenzó a llenarlo con las piedras grandes...

Cuando ya no cabían más, les preguntó a sus alumnos:

- ¿Cómo ven este frasco? ¿Verdad que ya está "lleno"?

Y sus alumnos contestaron que "sí".

Luego, tomó las piedras más pequeñas y las fue derramando poco a poco sobre el frasco. Éstas se fueron "colando" entre los huecos de las piedras más grandes, hasta que ya no cupieron más.

El profesor volvió a preguntarles:

- Y ahora, ¿Cómo está el frasco?
 - Lleno - respondieron sus alumnos -.

Después, tomó la arena y la derramó cautelosamente en el frasco. Como es de esperarse, la arena se fue "colando" también entre los huecos que habían dejado las piedras. El frasco estaba "rebosante"...

Y preguntó nuevamente:

- ¿Nuestro frasco sigue lleno?
- ¡Sí! Contestaron los alumnos, un tanto emocionados...

Entonces, el profesor les dijo:

Quiero que entiendan que este frasco representa nuestra vida. 

* Las piedras de buen tamaño representan las cosas que nos son más importantes: Dios, la familia, la salud, los amigos, etc. Sin esto, nuestra vida no estaría "plena".

* Hay otras cosas en nuestra vida, aunque son menos importantes: La casa, el auto, el trabajo, la ropa, el alimento... Esto es lo que representan las piedras de menor tamaño.

* Luego, hay un sin fin de cosas, mucho menos importantes: La televisión, el celular, las diversiones, y un larguísimo etcétera. Esto es representado por la arena.

Como ven, nuestra vida se va llenando con lo que deseamos. Podemos llenarla sólo de arena, o sólo de piedrecillas, o quizás sólo de grandes piedras... tenemos la libertad para elegir con qué llenar nuestro frasco... Pero, ¡Cuidado! Seamos cautelosos en llenar nuestra propia vida como es debido, de lo contrario, estaríamos "arriesgando" nuestra existencia: dejándola rebosante con "pequeñeces", o bien, olvidando esos "huecos" que quedarían allí, y sin usarse...

Los alumnos estaban de acuerdo. Sin embargo, el profesor continuó:

- ¿Creen que quepa algo más en este frasco?

Los alumnos no sabían qué contestar, ya que siempre los "sorprendía" con novedades. Entonces, el profesor tomó su taza de café y la derramó sobre el frasco, y el líquido caliente se fue "acomodando" poco a poco en los pequeños huecos que quedaban aún entre las piedras y la arena.

Y concluyó:

- No importa qué tan "ocupada esté tu vida". Siempre habrá "tiempo" para compartir con quien más quieras una tacita de café.

* * * * * * * * 

Querido lector: ¿Cómo está tu frasco? 

¿Cuántas tazas de café has ido relegando?

domingo, 21 de abril de 2013

¡Tener ovejas no te hace pastor!


Cuarto Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor.

La Liturgia de este día (tan rica, como siempre), nos presenta, entre muchas otras cosas, algunos términos pastoriles... de entre ellos, señalemos dos de los más importantes: 

1. Que Jesús es el Buen Pastor, el que da la vida por sus ovejas... 
2. Que éstas escuchan su voz y... le siguen...

Nosotros, felices "hijos de banqueta", tan ajenos y tan apartados de las realidades nómadas o campiranas, sabemos muy poco realmente del "pastoreo", de los "rebaños", o de los "rediles"... sin embargo, sí comprendemos suficientemente que el término "pastor", actualmente, es "extensivo" a muchas de nuestras realidades:

- Los padres de familia son pastores para sus hijos.
- Los patrones lo son para sus trabajadores.
- Las autoridades gubernamentales para sus ciudadanos.
- Los catequistas para sus catequizandos...  

Y, en sentido opuesto, las "ovejas" también lo son. Así:

- Los hijos son ovejas para sus padres.
- Los trabajadores lo son para sus patrones.
- Los ciudadanos para sus gobernantes.
- Los catequizandos para sus catequistas...

Ya habrá oportunidad para entretenernos criticando a las ovejas. En honor del título que ostenta este Domingo Litúrgico, quisiera detenerme hoy sólamente en analizar a los pastores:

Un pastor, un auténtico pastor, no se conforma con "poseer" un rebaño. El pastor no es un "asalariado", al que no le importan las ovejas. La labor de éste se reduce a un "trabajo que se remunera", por ello si se ve envuelto en algún peligro, corre por su vida, y olvida desamparadas a las que mantenía bajo su "cuidado"...

Un verdadero pastor no se aprovecha irracionalmente de sus ovejas. No las engorda sólamente para llevarse con ellas un banquete especial. No las trasquila insensiblemente, con tal de ganarse unos centavillos a expensas de su lana...

Un pastor... vela por sus ovejas, las alimenta, las cuida, las protege... en pocas palabras: las apacienta...

Y es que, digámoslo claramente, el simple hecho de tener ovejas no transforma automáticamente al susodicho en un "pastor".

Entonces, siguiendo nuestro propuesto esquema, "padre de familia" no es sólamente el que ha colaborado donando su semilla para engendrar hijos... "patrón" no es sólamente el dueño de una empresa... "gobernante" no es sólo el que ostenta el título y el puesto en las sillas presidenciales, o en los curules de nuestras cámaras... "catequista" no es todo aquel que se para al frente de un grupo para "predicar"...

¡Ah, los pastores! Sólo lo son en la medida del Buen Pastor:

- Padre de familia es, evidentemente, el que engendra, sustenta, educa y acompaña a sus hijos a conseguir sus metas y lograr sus ideales... 
- Patrón es, por supuesto, el responsable de su empresa, el que forma, capacita, certifica y reconoce los logros de sus trabajadores...
- Gobernate es, claro, el que ha sido elegido para ostentar títulos y dirigir una nación, un estado, o un municipio... pero más lo es quien se preocupa por mantener entre sus ciudadanos el bien común, por defender las leyes justas, y por proponer inciativas que contribuyan al bienestar de aquellos que lo han elegido, y de forma democrática...
- Catequista es, ciertamente, el que predica o enseña la Palabra, pero no se olvida de preparar sus sesiones, se capacita cada día más y mejor y tiene más que claro que hablar con Dios es primero que hablar de Él a sus destinatarios...

Quizás tú y yo, querido lector, de alguna u otra manera fungimos como pastores...

¿Cómo estás viviendo tu misión?

jueves, 18 de abril de 2013

Cinco gestos del Papa Francisco que todo catequista ha de aprender...


En el marco del programa Espacio SEDEC del día 17 de abril de 2003, mi compañero José Inés desarrolló cinco gestos del Papa Francisco que todo catequista ha de aprender.

He aquí el programa:


Entonces, adoptando las palabras clave de su programa, hice esta sencilla poesía que espero sea de su agrado: 

1. Sencillez 

Si en tu catequesis sólo cuentas
con recursos limitados,
no te preocupes, aprovecha
la naturaleza y su legado… 

2. Cercanía 

La catequesis es compartir
lo que sabes y lo que tienes: 
Al sencillo, al enfermo,
a quien más te necesite… 

3. Continuidad 

Es importante reconocer
que la catequesis es “proceso”.
Aprende a continuar
lo que otros, antes, hicieron… 

4. Ternura 

Catequista: llénate de ternura.
Las palabras se las lleva el viento.
Pero los gestos, las acciones,
quedarán, por siempre, en el recuerdo… 

5. El servicio 

El verdadero poder del hombre,
se manifiesta en el servicio.
Que tu catequesis sea un reflejo
de lo que es Dios mismo…

lunes, 15 de abril de 2013

Oveja perdida...




Capítulo 15 del Evangelio según San Lucas... la Oveja perdida...
 
El ambiente de "ganadería menor" en que el pueblo de Israel solía desenvolverse, permitía que los contemporáneos de Jesús pudieran entenderle con mayor precisión sus parábolas. 

Nosotros no estamos muy acostumbrados a pastorear ovejas, sin embargo comprendemos bien lo que quiso decir, ya que la tradición nos ha explicado suficientemente lo que hace un pastor, y lo que las ovejas, correspondiéndole, hacen.

Si alguno pierde una oveja, va y la busca hasta encontrarla. Si tiene cien, deja a las noventa y nueve seguras, pero se arriesga hasta hallar a aquella que por caminos desconocidos se aventuró. Cuando la encuentra, lleno de alegría, la toma en sus brazos, la carga sobre sus hombros, la cura y, sana y salva la devuelve a su redil.

Esto es lo que experimenta el pastor pero... ¿Qué debería sentir la oveja?

Dejemos que "vuele nuestra imaginación". Pensemos un poco como "ovejas encontradas". Enumeremos sólo cuatro sentimientos, los más probables que podríamos tener:


1. Tristeza: Por habernos perdido. A veces escuchamos "otras voces", o seguimos "otros caminos", y nos apartamos del redil; abandonamos a nuestro pastor, y sufrimos la soledad y experimentamos todo lo que significa estar "perdidos".


2. Alegría: Porque Cristo nos ha encontrado. Quizás en nuestra soledad estábamos perdiendo la esperanza, también, y el Divino Maestro ha salido a buscarnos y nos ha devuelto al redil.


3. Gratitud: Por permitirnos volver. El rebaño nuevamente está "completo" y, sin merecerlo, por pura gracia, podemos contarnos nuevamente como miembros del mismo bajo la tutela del Buen Pastor.


4. Arrepentimiento: Porque deseamos no volvernos a perder. El Pastor nos ha "ganado", y reconocemos que sólo aquí se experimenta la seguridad que tanto anhelamos.


Cristo es el Buen Pastor, por gracia suya formamos parte de su rebaño... ¡Volvamos a Él!

domingo, 14 de abril de 2013

¿Me amas?


¡Hermoso, simplemente, Hermoso!

El Evangelio que hoy escuchamos en la Eucaristía (correspondiente al tercer domingo del tiempo de Pascua, Ciclo C), deja un "excelente sabor de boca"...

El contexto nos lo platea San Juan (en su capítulo 21), a las orillas del lago de Tiberíades... Cristo ya ha muerto y resucitado, pero tal parece que a los apóstoles aún "no les caía el veinte"... 

Apesadumbrado, Simón (a quien Jesús había cambiado el nombre por el de "Pedro", es decir "Roca"), desea volver a su vida de antaño...

- ¡Voy a pescar! - les dice a sus compañeros -.
- También nosotros vamos contigo... - contestaron ellos, probablemente con semejantes sentimientos...

Y es que después de haber bajado a la Capital (a la Ciudad de Jerusalén), y luego de haber vivido aquellos tan tristes eventos (la pasión y deceso de su Maestro), tal parece que el triunfo de Jesús sobre la muerte aún no había hecho "lo suyo" para reavivar el entusiasmo en aquellos rudos pescadores...

Volvieron a su Patria, volvieron a su gente y... también volvieron a su labor...

Sin embargo, ni su pericia ni sus años de experiencia les fueron suficientes... aquella noche, simplemente, no pescaron nada... y Jesús, aparecido en la orilla del lago, les pregunta acerca de su "mala suerte"...

- ¿Pescaron algo?
- Nada...
- ¡Echen las redes a la derecha!

Y el milagro llegó: 153 pescados grandes (número correspondiente a la cantidad de especies de peces que se cree que habitaban por entonces en aquel lago)... 

- ¡Es el Señor! - dijo el Discípulo Amado -

Y Pedro, ciñéndose la túnica (pues se la había quitado), se tiró al agua para encontrarse con Jesús...

* * * * * * * * * 

Después de este preámbulo exquisito, y de aquel almuerzo tan fraterno, el Señor aborda a Pedro con una pregunta asombrosa:

- ¿Me amas?

Pedro entiende el sentido tan amplio, la riqueza tan grande y la globalidad que encierra este término... por eso, y luego de haber negado a su Maestro, sabe que NO es capaz de brindar ese tipo de Amor sobre el que Jesús le pregunta... por eso, responde:

- Señor, tú sabes que te quiero...

Y por segunda vez, el Señor le cuestiona:

- ¿Me amas?

Y aquel pescador, sin duda un tanto incomodado por la insistencia, nuevamente respondió...

- Sí, te quiero...

Pero recordemos que tres veces había negado al Señor. Quizás por ello era necesario que tres veces confirmara su afecto por Jesús. Por ello, es el Divino Maestro quien "rebajó" la intensidad de su pregunta:

- Entonces, ¿Me quieres?

Y el Primer Papa, triste y avergonzado, porque quizás ya había comprendido el "revés" de aquella pregunta "rebajada", entre lágrimas respondió:

- Señor, tú lo sabes todo... tú bien sabes que te quiero...

A lo que Jesús, como hizo en las ocasiones anteriores, le encarga, ratificando su privilegio y su responsabilidad como Pastor de su Pueblo, las ovejas (las madres, símbolo de quienes estarán al frente de la Iglesia) y los corderos (los pequeñines, símbolo de quienes formarán parte de los fieles no consagrados).

Y luego, le hace ver que sí, efectivamente, ahora se ciñe y va a donde quiere, pero algún día, alguien más lo ceñirá y lo llevará a donde no quiera... indicándole con esto (apunta San Juan), con qué género de muerte habría de glorificar a Dios...

Así es, Pedro ahora es incapaz de Amar así a Jesús: su cariño es pobre, se queda en algo superficial, en aprecio, en camaradería, en seguimiento sin cruz... pero Jesús le indica, sin reproches, que llegará después aquel momento tan anhelado, en el que finalmente será capaz de Amarle totalmente, ofrendando su vida... Lo más alentador del asunto es que el Evangelio concluye diciéndonos cómo Jesús lanzó al Pescador aquella hermosa palabra con la que afirmó su vocación: "Sígueme"...

Hoy, Jesús también te pregunta a ti:

- ¿Me amas?

Querido lector... ¿Qué le responderás?

viernes, 12 de abril de 2013

La incredulidad de Santo Tomás




Santo Tomás es conocido entre los demás apóstoles por su incredulidad ante Jesús resucitado; incredulidad que se desvaneció ante la aparición del Señor. Su falta de fe da ocasión al Señor para invitarnos a afianzar la nuestra, que tiene su punto sólido en el hecho histórico de la Resurrección de Cristo.

Santo Tomás, que estaba todavía impresionado con la crucifixión y la muerte de Jesús, no creyó inmediatamente a los demás apóstoles. Ellos debieron haber insistido, quizá de mil formas diferentes diciéndole: “Hemos visto al Señor”. Sin embargo, para Santo Tomás, Jesús estaba muerto… sólo muerto.

Probablemente hoy esté pasando con nosotros algo parecido. Sin duda hay muchos “Tomás”. Para muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo es como si Jesús estuviera muerto, porque no significa absolutamente nada en sus vidas…

A veces, en alguna situación concreta o en algún momento determinado, también podemos ser nosotros mismos como Santo Tomás: incrédulos, pusilánimes, desganados, etc. Pero… ¡También podemos ser como los otros discípulos! ¿Por qué no salir y proclamar: “Yo he visto al Señor”? Nuestra fe en Cristo Resucitado nos debe impulsar a ir y decir de mil formas, y proclamar de mil maneras, que Cristo vive. Y la forma principal de decirlo es mediante nuestra vida y nuestra palabra, con nuestro testimonio.

La respuesta de Santo Tomás después de haber visto al Señor es un acto de conversión, de fe, de entrega… Las primeras dudas del apóstol desaparecieron cuando el Señor lo invitó a “poner su dedo y meter su mano en el costado”. La respuesta de Santo Tomás es un acto de fe, de adoración y de entrega sin límites, cuando exclamó: “¡Señor mío y Dios mío!”

La conversión de Tomás se profundiza más, y mejor, por el dolor inmenso que supuso su duda y la vergüenza y la desnudez de su actitud ante la evidencia del Resucitado. 

Pero esta duda original de Santo Tomás sirvió también para confirmar en la fe a muchos que creyeran después en el Señor. Por ejemplo, nosotros.

San Gregorio Magno se preguntó si es que acaso puede considerarse una casualidad de que Santo Tomas estuviese ausente, y que al volver oyese el relato de la aparición, y al oír... dudase, y dudando.... palpase, y palpando.... creyese. Como sea, todo esto es una catequesis viva y muy especial. 

Como vemos, esa duda inicial de Santo Tomás sirvió para que pudiese dar esa proclamación de fe que repetimos hasta nuestros días: “¡Señor mío y Dios mío!”. 

San Gregorio Magno dijo también que para nosotros fue más beneficiosa la incredulidad de Santo Tomás que la fe de los apóstoles que fácilmente creyeron (Homil 26, in Evang 7).

Santo Tomás, finalmente, murió como mártir. Según la tradición cristiana, después de un fructífero apostolado en el país de los indios, le traspasaron con una espada su corazón. Dio, pues, su vida por la fe en Cristo. Con su muerte dio testimonio de Aquél a quien había confesado como su Señor y Dios...

A veces también nosotros nos encontramos faltos de fe, como el apóstol Tomás. Tenemos necesidad de más confianza en el Señor ante las dificultades y ante acontecimientos que no sabemos interpretar desde el punto de vista de la fe, en momentos de oscuridad, tristeza, miedo, inseguridad, enfermedad, muerte... 

La virtud de la fe es la que nos da la verdadera dimensión de los acontecimientos y la que nos permite juzgar rectamente todas las cosas.

Reflexionemos sobre este Evangelio: Pongamos de nuevo los ojos en Jesús, que a ratos pareciera tener la necesidad de decirnos como a Santo Tomás: “Mete aquí tu dedo y pon tu mano en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel”. 

Así, como el apóstol, saldrá de nosotros la misma oración: “Señor mío y Dios mío”. 

miércoles, 10 de abril de 2013

Jesús es el Mesías




"Mesías" es una palabra hebrea, significa lo mismo que la palabra griega "Cristo": "El ungido".

¿Por qué afirmamos que Jesús es el Mesías?
  
Los reyes… un fracaso

Durante el reinado de los reyes, el pueblo de Israel había esperado que cada uno de sus monarcas mostrara las características de un “ungido de Dios”, pero con el fracaso frecuente y casi absoluto de los diversos reyes de Israel, se comenzó a proyectar esa esperanza hacia el futuro…

Pudiéramos decir que sólo tres reyes se ganaron el respeto y cariño de su pueblo, y eso por las reformas que establecieron, sea en el campo político o religioso: David, Ezequías y Josías.

Fuera de éstos, es constante el reproche del libro de los reyes: “Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé” (Ver 2 Re 21, 2 y paralelos).

La promesa del Salvador

Ante cada desastre en Israel (batalla perdida, destierro, hambre, injusticias, etc.), se esperaba un pronto auxilio de Dios por medio de su Mesías.

Así se comenzó a gestar la “esperanza mesiánica”, previendo que Dios, siempre atento a las necesidades de su pueblo, enviaría a su Mesías como instrumento de redención – liberación – santificación.

Es por eso que los profetas comienzan a anunciar que este Mesías sería un personaje con poder ilimitado, que establecería definitivamente la paz y la justicia sobre el mundo (Ver Is 9, 7; 11, 4; Os 14, 2 - 9; Am 9, 11 - 15).

El profeta Isaías hace hincapié que este Mesías será diferente a las expectativas humanas y que más bien será el “Siervo sufriente”, que en lugar de dominar será “dominado”, oprimido y angustiado; un Mesías que, en vez de vengarse de sus enemigos, aceptará humildemente el injusto castigo que éstos le proporcionarán (Ver Is 53, 1 - 9).

Para el profeta Jeremías el Mesías tendrá, más bien, una función sacerdotal: será un representante de Dios y, por otra parte, del pueblo ante Dios; fungiendo como un “pontífice”, es decir, como un “puente” que podrá “acercar” las plegarias de los hombres hacia Dios, y podrá “traer” las bendiciones de Dios hacia su pueblo (Ver Jer 23, 5 - 6; 33, 8. 15 -18).

Por último, el profeta Zacarías muestra al Mesías como “justo, salvador y humilde” (Ver Zac 9, 9). Por eso, el Mesías del Antiguo Testamento es, por antonomasia, el “Salvador” de su pueblo.

Jesús, el Cristo

La Carta a los Hebreos comienza diciendo que “muchas veces, y de muchas maneras, habló Dios a nuestros antepasados por boca de los profetas; en estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo…” (Heb 1, 1).

Pues bien, cuando Jesús “aparece” en la escena de la historia de la salvación, marcando el “culmen” y a la vez la “plenitud” de la revelación, es llamado y considerado el “Mesías”, pues Él cumple las expectativas del pueblo: Se le considera el “Salvador del mundo”.

Jesús, ciertamente, tenía conocimiento suficiente de las aspiraciones de su pueblo, anhelando su pronta liberación; sin embargo, Él sin descartar esta justa aspiración popular, va más allá, y le otorga la liberación plena, es decir, una liberación que involucre a la persona completa y a su entorno social.

Cuando en la sinagoga Jesús leyó al profeta Isaías (Ver Lc 4, 16 – 21), quiso enfatizar que todo lo que se había esperado acerca de su persona era verdad, y que ha llegado el tiempo del cumplimiento de las Escrituras.

Los Evangelios dan fe de que, en todo su ministerio terrenal, Jesús dio convincentes evidencias de su ser el “Ungido del Señor”.

Para nosotros… una herencia

Hoy, la Iglesia que fundó el Señor y que ha prevalecido a pesar de todas sus flaquezas a través de los tiempos, es la heredera del cumplimiento de estas profecías y está llamada a proclamar a todo el mundo el misterio de Jesús como el Cristo, el Mesías, el Ungido del Señor.

En medio de un mundo incrédulo y turbulento, es necesario darle a conocer, pero no sólo con palabras, sino con acciones concretas, un auténtico testimonio de nuestra fe y amor… ¡Hay que gritar que Jesús es el Mesías esperado!

Los hombres necesitan saber que entre los pobres, los humildes, los discapacitados, los desvalidos, los marginados, y los violentados de nuestra actual sociedad, sigue hablando y actuando el “Esperado de todos los siglos”.

La función profética de la Iglesia debe ser ejercida con firmeza y con mucha valentía, confiando en la compañía y respaldo de Jesús, nuestro Mesías.

Él sigue siendo nuestro Señor y Salvador, nuestra esperanza, nuestro consolador, nuestro pronto auxilio en la tribulación…

El mundo necesita tener evidencias certeras de que todo esto es verdad… desea comprobar que las profecías acerca del Salvador se han cumplido definitivamente…

¿Lo darás hoy a conocer?