"Mesías" es una palabra hebrea, significa lo mismo que la palabra griega "Cristo": "El ungido".
¿Por qué afirmamos que Jesús es el Mesías?
Los reyes… un fracaso
Durante el reinado de los
reyes, el pueblo de Israel había esperado que cada uno de sus monarcas mostrara
las características de un “ungido de Dios”, pero con el fracaso frecuente y
casi absoluto de los diversos reyes de Israel, se comenzó a proyectar esa
esperanza hacia el futuro…
Pudiéramos decir que sólo tres
reyes se ganaron el respeto y cariño de su pueblo, y eso por las reformas que
establecieron, sea en el campo político o religioso: David, Ezequías y Josías.
Fuera de éstos, es constante
el reproche del libro de los reyes: “Hizo
lo que es malo a los ojos de Yavé” (Ver 2 Re 21, 2 y paralelos).
La promesa del Salvador
Ante cada desastre en Israel
(batalla perdida, destierro, hambre, injusticias, etc.), se esperaba un pronto
auxilio de Dios por medio de su Mesías.
Así se comenzó a gestar la
“esperanza mesiánica”, previendo que Dios, siempre atento a las necesidades de
su pueblo, enviaría a su Mesías como instrumento de redención – liberación –
santificación.
Es por eso que los profetas
comienzan a anunciar que este Mesías sería un personaje con poder ilimitado,
que establecería definitivamente la paz y la justicia sobre el mundo (Ver Is 9,
7; 11, 4; Os 14, 2 - 9; Am 9, 11 - 15).
El profeta Isaías hace hincapié
que este Mesías será diferente a las expectativas humanas y que más bien será
el “Siervo sufriente”, que en lugar de dominar será “dominado”, oprimido y
angustiado; un Mesías que, en vez de vengarse de sus enemigos, aceptará
humildemente el injusto castigo que éstos le proporcionarán (Ver Is 53, 1 - 9).
Para el profeta Jeremías el
Mesías tendrá, más bien, una función sacerdotal: será un representante de Dios
y, por otra parte, del pueblo ante Dios; fungiendo como un “pontífice”, es
decir, como un “puente” que podrá “acercar” las plegarias de los hombres hacia
Dios, y podrá “traer” las bendiciones de Dios hacia su pueblo (Ver Jer 23, 5 - 6;
33, 8. 15 -18).
Por último, el profeta Zacarías
muestra al Mesías como “justo, salvador y humilde” (Ver Zac 9, 9). Por eso, el
Mesías del Antiguo Testamento es, por antonomasia, el “Salvador” de su pueblo.
Jesús, el Cristo
La Carta a los Hebreos
comienza diciendo que “muchas veces, y de
muchas maneras, habló Dios a nuestros antepasados por boca de los profetas; en
estos tiempos, que son los últimos, nos ha hablado por medio de su Hijo…” (Heb
1, 1).
Pues bien, cuando Jesús “aparece”
en la escena de la historia de la salvación, marcando el “culmen” y a la vez la
“plenitud” de la revelación, es llamado y considerado el “Mesías”, pues Él
cumple las expectativas del pueblo: Se le considera el “Salvador del mundo”.
Jesús, ciertamente, tenía conocimiento
suficiente de las aspiraciones de su pueblo, anhelando su pronta liberación;
sin embargo, Él sin descartar esta justa aspiración popular, va más allá, y le
otorga la liberación plena, es decir, una liberación que involucre a la persona
completa y a su entorno social.
Cuando en la sinagoga Jesús leyó
al profeta Isaías (Ver Lc 4, 16 – 21), quiso enfatizar que todo lo que se había
esperado acerca de su persona era verdad, y que ha llegado el tiempo del
cumplimiento de las Escrituras.
Los Evangelios dan fe de que,
en todo su ministerio terrenal, Jesús dio convincentes evidencias de su ser el “Ungido
del Señor”.
Para nosotros… una herencia
Hoy, la Iglesia que fundó el
Señor y que ha prevalecido a pesar de todas sus flaquezas a través de los
tiempos, es la heredera del cumplimiento de estas profecías y está llamada a
proclamar a todo el mundo el misterio de Jesús como el Cristo, el Mesías, el
Ungido del Señor.
En medio de un mundo incrédulo
y turbulento, es necesario darle a conocer, pero no sólo con palabras, sino con
acciones concretas, un auténtico testimonio de nuestra fe y amor… ¡Hay que
gritar que Jesús es el Mesías esperado!
Los hombres necesitan saber
que entre los pobres, los humildes, los discapacitados, los desvalidos, los
marginados, y los violentados de nuestra actual sociedad, sigue hablando y
actuando el “Esperado de todos los siglos”.
La función profética de la
Iglesia debe ser ejercida con firmeza y con mucha valentía, confiando en la
compañía y respaldo de Jesús, nuestro Mesías.
Él sigue siendo nuestro Señor
y Salvador, nuestra esperanza, nuestro consolador, nuestro pronto auxilio en la
tribulación…
El mundo necesita tener
evidencias certeras de que todo esto es verdad… desea comprobar que las
profecías acerca del Salvador se han cumplido definitivamente…
¿Lo darás hoy a conocer?
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