lunes, 12 de agosto de 2013

Candil de la calle...


Llegó a primera hora, y tomó la primera cita: eran apenas las nueve de la mañana... 

Era un señor de mediana edad, cabizbajo y evidentemente apesadumbrado... se sentó en el "sillón de los recuerdos", y comenzamos la sesión...

Su vida era como la de casi todos mis pacientes: Normal, es decir, un ser humano con problemas de infancia, amores reprimidos, sueños truncados y con muy poca visión de su futuro...

El diagnóstico era sencillo: Depresión.

- ¿Puedo curarme, doctor?
- Sin duda, hoy en día hay muchas cosas que pueden ayudarnos a salir de esta enfermedad. Por ejemplo, mire usted hacia afuera...

Yo señalé a través de mi ventana, se había instalado un circo desde hace quince días en el lote cercano a mi consultorio...

- Allí, en esa carpa, hay un espectáculo bellísimo. He ido tres veces. Hay de todo: Trapecistas, Domadores, Contorcionistas... pero lo que más me ha gustado es el show de su payaso, sin duda, el mejor que he visto: un tal "Chocolín"... Vaya, amigo, no quedará defraudado. Quizás las risas que le pueda "arrancar" le sentarán muy bien para sobrellevar su estado... y curarse...

Mi paciente cerró sus ojos, aspiró con nostalgia y con gran dolor replicó:

- Doctor, yo soy "Chocolín"...

* * * * * *

Es la experiencia de todos los días, se trata de "luchar contra uno mismo"... 

"¿Por qué te acongojas, alma mía? ¿Por qué te turbas? 
Espera en Dios, que volverás a alabarlo. Salud de mi rostro... Dios mío" 
(Sal 42, 5)

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