Llegó a primera hora, y tomó la primera cita: eran apenas las nueve de la mañana...
Era un señor de mediana edad, cabizbajo y evidentemente apesadumbrado... se sentó en el "sillón de los recuerdos", y comenzamos la sesión...
Su vida era como la de casi todos mis pacientes: Normal, es decir, un ser humano con problemas de infancia, amores reprimidos, sueños truncados y con muy poca visión de su futuro...
El diagnóstico era sencillo: Depresión.
- ¿Puedo curarme, doctor?
- Sin duda, hoy en día hay muchas cosas que pueden ayudarnos a salir de esta enfermedad. Por ejemplo, mire usted hacia afuera...
Yo señalé a través de mi ventana, se había instalado un circo desde hace quince días en el lote cercano a mi consultorio...
- Allí, en esa carpa, hay un espectáculo bellísimo. He ido tres veces. Hay de todo: Trapecistas, Domadores, Contorcionistas... pero lo que más me ha gustado es el show de su payaso, sin duda, el mejor que he visto: un tal "Chocolín"... Vaya, amigo, no quedará defraudado. Quizás las risas que le pueda "arrancar" le sentarán muy bien para sobrellevar su estado... y curarse...
Mi paciente cerró sus ojos, aspiró con nostalgia y con gran dolor replicó:
- Doctor, yo soy "Chocolín"...
* * * * * *
Es la experiencia de todos los días, se trata de "luchar contra uno mismo"...
"¿Por qué te acongojas, alma mía? ¿Por qué te turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo. Salud de mi rostro... Dios mío"
(Sal 42, 5)
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