sábado, 7 de diciembre de 2013

Las Posadas




Las posadas son fiestas populares que en México se celebran durante los nueve días anteriores a la Navidad, o sea desde el 16 al 24 de diciembre. Estas fiestas recuerdan el peregrinaje de la Virgen María y el Señor San José desde su salida de Nazaret, hasta Belén, donde buscaban un lugar dónde alojarse para esperar el nacimiento de Jesús.

En el México prehispánico, nuestros antepasados celebraban el advenimiento de Huitzilopochtli (Dios de la Guerra) durante la época invernal (llamada “Panquetzaliztli”), entre los días 17 al 26 de diciembre, que coincidía con la época donde los europeos celebraban la Navidad. Estas celebraciones fueron cambiando una vez que el pueblo fue evangelizado y la imagen de Huitzilopochtli fue superada, junto al paganismo hasta entonces celebrado, por el cristianismo.

Amenizadas con cánticos (villancicos), las posadas reaniman el espíritu religioso de los participantes, están llenas de emoción, alegría y amistad que siempre se respira durante este tiempo.

Las posadas tradicionales tienen ligeras variantes, de acuerdo al lugar en donde se celebran, y han ido cambiando con el tiempo, sin embargo los aspectos comunes más importantes son:

- El pedir posada con los versos tradicionales.
- El rezar el santo rosario.
- El romper las piñatas.
- Nunca deben faltar los aguinaldos (bolos), el ponche, las velas, las frutas, las luces de bengala y, en algunas ocasiones, la cena y los regalos.

En varias poblaciones las posadas se celebran en las calles, las cuales previamente se adornan con hilos de heno, faroles multicolores, luces de “series”, etc. En otras muchas poblaciones se sustituyen los tradicionales peregrinos de barro al acompañar el canto por elementos vivos, causando mayor emotividad entre los asistentes.

No existe templo, parroquia o capilla, por pequeña que sea, que durante el período del 16 de diciembre al 6 de enero, que no levante nacimientos, en ocasiones con verdaderas joyas escultóricas, o figuras de barro realizadas en Tonalá o Tlaquepaque, y celebren las posadas con cantos religiosos, panderos, bastones con cascabeles, etc., para crear mayor alegría en los participantes.

A la hora de pedir posada, la tradición nos dice que José y María tuvieron que ir de puerta en puerta pidiendo alojamiento… este hecho podría no ser muy relevante, ya que es muy probable que no hayan sido los únicos peregrinos que no encontraban lugar para pasar la noche, pero el caso de José y María es muy especial, ya que María se encontraba embarazada y a punto de dar a luz.

Para representar este acontecimiento, dos voluntarios se pueden vestir como José y María, o pueden utilizar figuras de los peregrinos de las que se colocan en los nacimientos.

Los peregrinos, acompañados por un grupo de invitados, salen de la casa y “piden posada” en la puerta, entonando los versos asignados. Las personas que se quedaron en el interior de la casa deben negar la posada, obligando a los peregrinos a pedirla dos o tres veces, hasta darles hospedaje, con tradicionales cantos (que hasta cierto punto contradicen el texto sagrado, pero que despiertan una verdadera piedad).

Finalmente, aclaremos que los nueve días tradicionales de posadas se realizan en honor a los nueve meses de embarazo que vivió María, esperando a Jesús.

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Estas fiestas cristianas se tomaron, inicialmente, del paganismo. Los misioneros se esforzaron mucho por inculturar el Evangelio, y cristianizar los elementos rescatables de la mentalidad precolonial de nuestros antepasados…

Lamentablemente, estas fiestas, hoy cristianas, nosotros estamos “esforzándonos” por paganizarlas: En muchas partes se argumenta “Posada”, encubriendo una verdadera fiesta donde el alcohol, las comidas, la música y el desenfreno ocupan un lugar sumamente evidente.

No está mal alegrarse por la venida de Nuestro Señor Jesucristo. Tampoco es malo participar en estas fiestas que, bien celebradas, pueden y deben unir a los miembros de la familia, de la colonia, o de la parroquia que las vive…

Rescatemos el auténtico sentido de las Posadas: El deseo auténtico de que Jesús nazca en nuestro corazón, ofreciéndole lo poco que somos y tenemos.

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