En las orillas del “lago de la vida”, se reúne un gentío para conocerte, Señor, para oír tu palabra. Hombres y mujeres, unos de edad avanzada y otros despertando apenas a la vida; los hay del campo y de la gran ciudad; obreros, empleados, campesinos, estudiantes, amas de casa… un gentío tal cual.
Cada uno de ellos, se encuentra en “su orilla”, en el aquí y en el ahora que estamos viviendo. Cada uno presentando a nuestra Arquidiócesis diversos desafíos pastorales.
Ellos están ahí y, nosotros… ¿dónde estamos? Ellos vienen en búsqueda de ser atendidos, y es verdad: son muchos, demasiados quizá. Pero a nosotros, el Señor Jesús nos ha dicho: “Hagan que todos sean mis discípulos” (Cfr. Mt 28, 19).
Cuántas veces hemos desembarcado, bajando de la barca de nuestra vocación particular y nos hemos puesto a lavar nuestras redes… Es decir, cuántas veces nos hemos desanimado, pretendiendo dejar nuestro compromiso “porque esto” o “porque lo otro”. Pues “lavar las redes” significa poner fin a un trabajo, quizá porque se ha perdido la motivación para seguir adelante... Los brazos se bajan, cansados, y en la mente se arraiga la idea de que la pesca se ha acabado, que ya vendrán tiempos mejores…
Cuántas veces hemos “guardado en el closet” de la vida nuestro compromiso cristiano para dedicarnos a otras actividades, incluso ajenas a la identidad de nuestra Iglesia.
Que si “porque nos desilusionamos”, que si “porque no nos tomaron en cuenta”, que si “el párroco”, que si “la coordinadora”, que si “el patrón", que si "los compañeros”, que si “el grupo que atiendo”…
En esas estamos, queriéndonos bajar de la barca, y Jesús que se sube a nuestra embarcación y nos pide separarnos un poco de la orilla (Cfr. Lc 5, 3). Separar la barca un poco para así poder contemplar al gentío y darnos cuenta que son muchos y que sus necesidades de crecer en la fe también son muchas.
Y el Señor ha elegido la barca de nuestra vida para, desde ella, dirigir su Palabra a todos ellos, dirigirla a través de nuestro ser y quehacer. Él se subió a nuestra barca y nosotros, ¿queremos bajarnos de ella? Él quiere hacer llegar a todos su Palabra, y nosotros, queriendo silenciar la voz…
“Remar hacia adentro”, (en latín: “duc in altum”), es recordar con gratitud los años transcurridos, es vivir con pasión el momento presente, es abrirnos con confianza al futuro que se acerca (Cfr. Carta Apostólica de SS Juan Pablo II, Novo Millennio ineunte 1).
Y hoy, precisamente esa debe ser nuestra actitud…
“Remar hacia adentro”, “duc in altum”, es tener la actitud de entrega total, estar dispuestos a ofrecer hasta el último esfuerzo por encontrar nuevos horizontes para nuestra comunidad, reflejando en nuestro rostro la alegría del rostro de Jesús…
“Remar hacia adentro”, “duc in altum”, es ir desde lo profundo hasta esas distintas orillas donde se encuentran esperándonos, incluso sin saberlo, todos aquellos a quienes nuestro actuar comprometido aún no ha llegado…
El Señor nos invita a valorar lo ya logrado y a la vez nos pide echar nuevamente las redes, para, como lo hizo Simón, capturar una gran cantidad de peces y hacer señas a los compañeros de la otra barca (de las otras comunidades), para que se involucren en la tarea para el aquí y el ahora, en la pastoral que requiere nuestra Arquidiócesis.
¡Rememos, entonces, hacia adentro y echemos las redes para pescar!
Ahora es el tiempo de dejar los apegos a todo aquello que antes nos impedía crecer. Es el tiempo en que, a la luz del Documento de Aparecida, el V Plan Diocesano de Pastoral (y ya tan próximos a realizar nuestro VI Plan Diocesano) y la Misión Continental que continúa, nos involucremos en este compromiso evangelizador.
¿Qué se nos pide hoy?
1. Impregnarnos de un tono y sabor “kerigmático” (asimilación de Jesucristo), de alegría y optimismo, generando espacios de amor y de júbilo en, desde, y para la Iglesia. Dejemos de lado las caras largas y las expresiones tristes que en poco o en nada ayudan al caminar de nuestra comunidad (V PDP 21, 234).
2. Generar en nuestras comunidades una pastoral que fortalezca la fe de cada persona, llevándole a profundizar en el conocimiento de Jesucristo al que lo ha aceptado en su vida por el Bautismo (V PDP 23, 237).
3. Acompañar a los demás hacia la vivencia de los criterios evangélicos y la recta conciencia, mediante el fortalecimiento de la dimensión moral y la denuncia, clara y oportuna, de todo aquello que vaya en contra del Plan de Dios (V PDP 62 - 63).
4. Proponer una evangelización permanente, a lo largo de la vida, que profundizando en el conocimiento, amor y seguimiento de la persona y mensaje de Jesús, nos lleve a una maduración en ser, auténticamente,
discípulos - misioneros del Señor, empleando para lograrlo las diversas herramientas propuestas por la Arquidiócesis (V PDP 65, 67, 78, 236).
5. Realizar, en torno a la celebración dominical de la Eucaristía encuentros fraternos, peregrinaciones, obras de caridad y momentos especiales de oración en el que participen los distintos grupos de la comunidad parroquial: Niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos, discapacitados, etc. (V PDP 181).
El Señor, nos invita hoy a echar nuevamente las redes a nuestro "lago" y a hacer realidad en nuestra Parroquia las proposiciones del Plan de Pastoral…
¡No desaprovechemos esta oportunidad!
Simplemente... ¡Gracias!
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