miércoles, 29 de mayo de 2013

Es un dogma del cristiano... (Breve comentario a la Secuencia del Corpus Christi)


Según la opinión pública, la hermosa Secuencia del Corpus Christi ("Lauda Sion") fue compuesta hacia el año 1264 por Santo Tomás de Aquino. Tras el milagro eucarístico de Bolsena, el Papa Urbano IV encomendó al Santo Dominico que compusiera todos los elementos litúrgicos para instaurar la Fiesta del "Corpus Domini". 

Después de leer las dos Lecturas (Gn 14, 18 - 20; 1 Co 11, 23 - 26) y el Salmo Responsorial (del Sal 109), se procede a leer, o mejor aún, a cantar, esta bellísima síntesis de uno de los Dogmas cristianos más hermosos.

He aquí un pequeño comentario a la traducción española de dicha Secuencia:

SECUENCIA DEL CORPUS CHRISTI

1. Al Salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.
Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad,
que sustituye a lo viejo con reciente claridad. 

Todo comienza con una sencilla invitación a la alabanza divina. Alabar significa "elogiar" o "celebrar con palabras". Pues bien, el Santo nos anima a reconocer quién es Dios, y a bendecirlo por sus obras maravillosas.

El libro del Apocalipsis, recordando las profecías de Isaías, nos dice que Dios "hace nuevas todas las cosas" (Ver Ap 21, 5; Is 43, 19). Así pues, he aquí la Nueva Alianza, el Nuevo Pacto que viene a sustituir el Antiguo, con sorprendente luz...

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2. Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas;
pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.
Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan,
pues Él es el pan de vida que nos da vida inmortal.

El principal de los mandamientos dice: "Amarás a Dios con todas tus fuerzas" (Lc 10, 27). Sin embargo, ¿Qué puede hacer el hombre ante la majestad de su Hacedor?

Sin embargo, la Secuencia reconoce que nuestro canto, que nuestra alabanza, es a Cristo, nuestro Señor, el Pan partido, el Alimento bendito que nos ofrece la vida eterna.

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3. Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron y, después, todos los hombres.
Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos;
que nuestro ser se desborde en todo un concierto santo.

El número 12 para los judíos tenía un significado de "plenitud de gobierno", de "los escogidos del Señor". La tradición cristiana, siguiendo esta lógica, mira en la elección que Jesús hizo de sus apóstoles al "Nuevo Pueblo de Dios". 

Doce hombres recibieron en aquella última cena el Cuerpo del Señor, pero después, gracias a que éstos se comprometieron a hacer vida el mandato de "hacer esto en comemoración del Señor" (Ver Lc 22, 19), lo han podido recibir todos los hombres.

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4. Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución
de este banquete divino, el banquete del Señor.
Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey,
que termina con la alianza tan pesada de la ley.

Un banquete es una comida solemne, un convite que permanece en la memoria, que jamás se olvida. Este es el banquete de bodas al que Dios nos invita a participar (Ver Mt 22).

Este es el nuevo "Paso del Señor", la solemnidad pascual que derroca y supera el yugo de la antigua ley.

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5. En aquella última cena Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos el memorial de su vida.
Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

¿Cómo no asombrarse ante aquel hermoso momento en que Jesús dijo a sus apóstoles "este es mi Cuerpo" y "esta es mi Sangre"? 

Nosotros, fieles a la tradición bimilenaria de la Iglesia, en cada Eucaristía actualizamos aquel sacrificio que Cristo hizo, y que es el alimento de nuestro camino cristiano...

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6. Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino, queda convertido en sangre.
Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe, entrarán al corazón.

Sí, nos encontramos ante un "dogma", es decir, ante una verdad revelada por Dios y declarada oficialmente como cierta por la Iglesia. Por lo tanto, debemos creerla, haciéndola nuestra, y asimilándola por fe.

Pan y Vino, por medio de las palabras consecratorias, serán para nosotros el Pan de vida eterna y el Cáliz de la eterna Salvación: El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor.

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7. Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.
Su Sangre es nuestra bebida, su carne nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino, Cristo está todo completo.

El Antiguo Testamento nos propone algunos símbolos y figuras con los cuales podemos prever este Sacramento...

Y aunque comulguemos sólo con el Cuerpo o sólo con la Sangre del Señor, Él se encuentra entero, porque recibir la Eucaristía es recibir al Señor en su Cuerpo, Sangre, Alma, Vida y Divinidad.

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8. Quien lo come, no lo rompe, no lo parte ni divide;
Él es todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.
Cuando parten lo exterior, sólo parten lo que has visto,
no es una disminución de la Persona de Cristo. 

Por tratarse de un alimento espiritual, no importa que se fraccione la Hostia consagrada... si se recibe entera o sólo parcialmente, el Señor se encuentra en ella totalmente, vivo para quien se acerca a participar de su banquete divino.

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9. Puede ser tan sólo uno el que se acerca al Altar,
o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.
Si lo parten, no te apures, sólo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento, entero late el Señor.

Complementando el párrafo anterior, éste nos ayuda a comprender que aunque sea una sóla persona o grandes multitudes las que comulguen, si reciben todo o sólo una parte de la Eucaristía, Cristo no mengua... es un Pan que se parte y que se comparte...

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10. Lo comen buenos y malos, con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.
A los malos les da muerte y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

Esta hermosa verdad es digna de atención. San Pablo ya nos lo había dicho: "Quien come y bebe indignamente el Cuerpo y la Sangre del Señor, come y bebe su propia condenación" (Ver 1 Co 11, 29). Por eso es necesario examinarnos, para darnos cuenta de si es conveniente o no que nos acerquemos a comulgar...  

He aquí cómo un mismo alimento puede traer diferentes consecuencias para quien se acerca a recibirlo con o sin las disposiciones requeridas. Se trata de un Sacramento, es decir, de un Signo sensible, instituido por Cristo, confiado a la Iglesia y que tiene como fin transmitirnos la gracia (es decir, la Amistad con Dios). 

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11. Isaac, el inocente, es figura de este pan,
con el cordero de Pascua y el misterioso maná.
El pan que del cielo baja es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!

He aquí las figuras de las que hablábamos en párrafos anteriores: Isaac, quien sin culpa alguna debía ser sacrificado... el cordero pascual, inmolado para salvación de los hombres... y el pan bajado del Cielo, alimento para un pueblo rebelde que se purificaba mientras caminaba en el desierto... Estas figuras nos hablan de una víctima inocente, y de un pueblo pecador... por ello, pedimos perdón...

Verdad sapientísima: Este Pan, reservado para los hijos, no debe desperdiciarse... 

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12. Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al Cielo. 
Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas divino.
Concédenos en el Cielo gozar la herencia contigo.

La Secuencia termina solicitando la piedad divina, y se reconoce a Cristo como "Buen Pastor"... a Él le pedimos que nos lleve a "pastos de yerba verde", a "riachuelos de aguas cristalinas" (Ver Jn 10; Sal 23)...

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