sábado, 26 de enero de 2013

El Espíritu del Señor está sobre mí...


Después de ser bautizado, Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu Santo, y su fama corrió por toda aquella región. Enseñaba con atoridad y todos apreciaban sus discursos...

Luego, regresó a Nazaret, la tierra donde se había criado, y el sábado fue a la sinagoga, como era su costumbre...

La sinagoga (en hebreo "bet hakeneset" = "lugar de reunión"), era el edificio destinado a la oración, la lectura y la explicación de la Escritura. Bastaban diez varones para conformarla, y había una persona que presidía y dirigía las ceremonias, vigilaba el orden y designaba al lector.

Estos pasajes de la Biblia (coincidentes casi en su totalidad con nuestro Antiguo Testamento) estaban escritos en hebreo... podemos comprender que no toda la gente del pueblo hablaba o entendía perfectamente el idioma, ya que se convirtió con el paso de los siglos en una lengua de culto y de Templo.

La gran mayoría de los judíos hablaba en arameo, una lengua semita emparentada con el hebreo y, por tanto, era costumbre también que una persona hiciera simultáneamente la traducción de lo leído al idioma popular.

Pues bien, Jesús se puso de pie para hacer la lectura y le pasaron el libro del profeta Isaías; lo desenrolló y encontró el pasaje donde estaba escrito:

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva; para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos; para dar libertad a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor..."

Si reflexionamos un poco sobre este párrafo, diremos que nosotros siempre debemos hacer todo motivados por el Espíritu Santo; también que impulsados por su acción debemos lanzarnos comprometidos a la proclamación de la Buena Nueva y hacer finalmente las obras que aclaran mejor la presencia del Reino de Dios entre nosotros:

- Anunciar la liberación a los cautivos.- Como a aquellos que viven sometidos por el pecado, por la desilusión de la vida, por el rencor que los asfixia, por el odio o la depresión...

- Anunciar la curación a los cieglos.- Como a aquellos que no pueden ver, porque viven cegados por las apetencias o satisfacciones que les ofrece el mundo, por los placeres efímeros y que nunca terminan de saciar...

- Dar la libertad a los oprimidos.- Como a aquellos que viven ofuscados por la pereza o el desánimo, presos de los vicios y de la moda...

- Proclamar el año de gracia del Señor.- Como a aquellos que esperan ansiosamente su "jubileo", es decir, "su año de liberación" o de satisfacción de las deudas contraídas a lo largo de su existencia...

Es verdad, necesitamos aprender a dirigirnos siempre por el Espíritu Santo, y hacerlo el único motor de nuestra vida.

Dicen que Santa Teresita del Niño Jesús, al hablar sobre la acción del Espíritu Santo, expresó en cierta ocasión:

"¡Qué cosas tan maravillosas haría Dios en las almas, si las almas se dejaran hacer!"

Según estas inspiraciones, esto es lo que debemos hacer:

Dejar que el Espíritu Santo descienda y actúe; olvidarnos de nosotros mismos y entregarnos plenamente a Él, porque Dios también nos ungirá con este bálsamo bendito, para llevar a los más necesitados la Buena Noticia, para transmitir la liberción a los oprimidos y para proclamar la misericordia del Señor... 

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