jueves, 20 de diciembre de 2012

El amor... no tiene límites


A escasos días de celebrar el acontecimiento que marcó un "parte aguas" en nuestra historia, el Nacimiento de Nuestro Señor Jescristo, quisiera compartir con ustedes una sencilla reflexión, tomando en cuenta una sabia frase de San Agustín, Obispo de Hipona:

"La medida del amor es amar sin medida"

Y es que no podría entenderse de otra manera... si hubiese algún "interés" de por medio en la entrega, en la donación, o en el servicio, dejaría simplemente de llamarse aquello "Amor"... ¿No lo crees así, querido lector?

Pensemos...

¿Qué fue lo que "motivó" a Dios para enviarnos a su Hijo, en la humildad y sencillez de un niño, con el único fin de redimirnos? La respuesta nos la ofrece San Juan, en su Evangelio: "Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único" (Ver Jn 3, 14 - 21). Entonces, fue el Amor.

Y nos dirá después el Apóstol que Jesús, "habiendo amado a los suyos... los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1), es decir, hasta "más no poder"... la suya sí que fue una entrega "total".

San Pablo nos dirá en su primera carta a los Corintios que "el amor no pasará jamás" (1 Co 13, 8). Por lo tanto, no tiene "límites"... pues aún cuando pasasen todos los carismas, y dejasen de existir las virtudes teologales de la fe y de la esperanza, el Amor "sobrevivirá"; el Amor... será para siempre...

Dios es Amor (1 Jn 4, 8), y lo que auténticamente nos debe distinguir entre todos los demás debería ser el contar con un "amor sin reservas", con un "amor sin medidas"... "sin medias tintas"... "sin posturas ambiguas"...

Por eso, ya lo decía la Beata Madre Teresa de Calcuta: 

"El amor es entrega, y para que esta entrega sea auténtica, debe ser total"... 

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