La historia de los tradicionales “nacimientos”, o “belenes”
(según otra forma de nombrarlos), hunde sus raíces en eventos que se han ido enriqueciendo
con el paso de los siglos. Sus personajes, su forma, sus diversos elementos plásticos,
etc., van tomando criterios propios, según la región donde se elaboran.
La versión más aceptada se remonta al siglo XIII: Se dice
que San Francisco de Asís, recorriendo una campiña cercana a la región de
Rieti, Italia, en la noche de Navidad del año 1223, se hospedó en la gruta de
Greccio. El ambiente le pareció favorable, y junto con sus frailes, y algunos
amigos de la región, quiso recrear aquel evento conmovedor del nacimiento de
Nuestro Señor Jesucristo, en la gruta de Belén…
Cuentan las crónicas que aquel evento fue conmovedor: San
Francisco acomodó a todos los personajes que le parecían pertinentes, según los
datos que los Evangelios proporcionaban, y otros que él mismo creía convenientes.
“El pobre de Asís” se reservó el papel de “borreguito”, y anduvo por allí, balando y dando saltitos alegres con la
intención de adorar a Jesús, recién nacido…
La costumbre fue tomando forma, y llegó a ser muy popular
en el ambiente cristiano común: Pronto se elaboraron figurillas que representaban
a los peregrinos, a los pastores, a los reyes magos, etc., y los materiales
variaban, según criterios económicos o sociales: Porcelana, Marfil, Cera, Tela,
Madera… Se cree que el primer nacimiento elaborado con figurillas de barro fue
hecho en la ciudad italiana de Nápoles, a finales del siglo XV.
Durante la Evangelización de América, los frailes fueron
quienes introdujeron estas costumbres navideñas cristianas. Los nacimientos fueron
parte fundamental de la evangelización de los naturales, junto a los cantos y
rezos propios de la solemnidad.
A la vocación catequística de los frailes se unió la
gracia alfarera de los indígenas. Con ello, se empezaron a remedar las
figurillas de los nacimientos, con materiales como la caña, las hojas de maíz,
etc., pero con rasgos españoles, largas barbas y piel blanca…
Más tarde, tomando cierta autonomía e independencia, se
hicieron figurillas con elementos más propios y materiales al alcance de todos.
Así, los “belenes” dejaron de ser obras de arte
accesibles sólo a cierto estatus sociales y económicos (por el empleo de
materiales costosos, por las telas que servían de vestido bordadas en oro,
etc.), y llegaron a todos los hogares mexicanos.
Poco a poco la producción en masa de estas figurillas ha
deteriorado la calidad meramente artesanal, sin embargo, existe un afecto tan
grande para estas representaciones, que la variedad en los personajes y
materiales ha crecido considerablemente.
Hoy, la tradición continúa, y aunque todos podemos tener
en nuestra casa, oficina, templo o lugar de trabajo alguna de estas figurillas,
en lugares como San Pedro Tlaquepaque o Tonalá, se siguen haciendo figurillas muy hermosas
y con diversos tamaños y costos.
Los Personajes más representados en los “Nacimientos”
son:
· Los Peregrinos (José y María) y el Niño Jesús.
· El Ángel.
· El buey y la mula.
· Los pastores (ellos y ellas) con sus ovejas.
· Todo tipo de animales, domésticos y salvajes.
· Ermitaño y Satanás.
· El Templo de Jerusalén, con Herodes y soldados.
· Lagos, desiertos, selvas, etc., con su flora y fauna
característicos.
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