Celebrando el domingo 30 del tiempo Ordinario, San Marcos nos regala para nuestra reflexión del día de hoy un pasaje maravilloso (Ver Mc 10, 46 - 52):
A las afueras de Jericó, un pobre ciego se dio cuenta de que Jesús iba pasando por allí... entonces, encontrando "su oportunidad" se puso a gritar:
"Jesús, hijo de David, ten compasión de mí"...
Y he aquí a un primer grupo de personas (nótese que se trataba de gente "seguidora del Maestro"), que increpando a Bartimeo (así se llamaba nuestro ciego), le indicaron que se callara...
Sin embargo, él seguía gritando más y más fuerte... aparentemente no le importaba que a esa gente no le agradaran sus quejas ni su insistencia.
Entonces, Jesús, dándose cuenta de todo, pidió que le trajeran a Bartimeo...
Aquí encontramos a otro grupo de personas (igualmente, "seguidoras del Maestro"), quienes lejos de increparle al ciego, lo motivaron para que pudiera encontrarse con el Señor:
"Ánimo, levántate, el Maestro te llama"...
Sabemos ya el desenlace del pasaje: Jesús preguntó al ciego: "¿Qué quieres que haga por ti?" Y Bartimeo pidió: "Señor, que vea". Así se hizo, y el ciego empezó a seguirle por el camino...
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¡Así es la gente, pues! Un soberano contraste... Hay quien quiere "apagarte", impedirte "la lucha", ponerte trabas en tu encuentro con el Señor... y hay gente que te motiva, que te ayuda a ponerte de pie e indicarte el camino hacia Jesús...
Lo curioso de todo esto es que el ciego logró aquel milagro gracias a su tenacidad...
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