Celebramos el Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, y la liturgia de este día nos ofrece, entre otros muchos aspectos para reflexionar, el tema de las riquezas...
San Marcos comenta, en su capítulo 10, que se acercó a Jesús "uno" corriendo (San Lucas dirá, en su capítulo 18, que se trataba de un "joven rico"), y postrándose le preguntó:
"Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?"
A lo que el Maestro, increpándole primero por llamarle "bueno", respondió:
"Ya conoces los mandamientos..." Aquel hombrecito continuó diciendo que todo eso lo había cumplido desde niño...
Y luego, San Marcos nos ofrece un versículo hermoso: Jesús lo miró con cariño... y le dijo que sólo le faltaba renunciar a sus bienes y seguirlo...
Todo pintaba "bien", pero para desgracia de aquel joven, la "oferta" resultó demasiado elevada... puso "mala cara" y se alejó muy triste... tenía muchos bienes...
Enseguida, el Señor, mirando a su alrededor, dijo a sus discípulos:
"¡Qué difícil será para los ricos entrar en el reino de Dios!"
Todos quedaron asombrados... y, ¿cómo no? En su mentalidad judía y desde su tradición fuertemente grabada en sus corazones tener riquezas era un signo evidente de la bendición de Dios... ¡No un obstáculo para ganarse el Reino!
Por eso es comprensible que los discípulos preguntaran:
"Entonces, ¿quién podrá salvarse?"
Pero Jesús aclaró:
"Para los hombres es imposible, pero no para Dios..."
* * * * * * * * * *
¡Qué paradoja tan tremenda! Ante Dios, los "desposeídos" gozan de la mayor de las riquezas...
Ciertamente, ya nos lo había aclarado en su discurso de las "bienaventuranzas": Hay que ser "pobres", pero "de espíritu" (Ver Mt 5, 3).
Esto quiere decir que, teniendo riquezas o no, lo que realmente importa es "no estar apegados a los bienes". Es necesario que siempre nos sintamos "necesitados" de Dios y reconocer su "Providencia".
Para un "rico", evidentemente, vivir así es más difícil, porque las riquezas ofrecen cierta "seguridad", cierta "autosuficiencia", cierta "vanagloria"... ¡Pero no es imposible!
Dios quiere, pues, que los "ricos" sean "pobres"... porque de otra manera no entrarán en el Reino... y que los "pobres", los que han aprendido a poner toda su confianza en Él, se den cuenta de que son enteramente "ricos"... porque seguir y servir al Señor, simplemente, ¡NO TIENE PRECIO!
Que Dios nos ayude a aclarar la mente y a desapegar el corazón.
ResponderEliminar¡Dios te bendiga Esaú!
¡Así sea! Muchas gracias... feliz jornada...
ResponderEliminarMuy interesante, pero solo tengo una pregunta:
ResponderEliminarSeguramente haz conocido a un rico y así como hay ricos que sienten cierta "seguridad" en sus pertenencias, así hay pobres que aún por una gallina, sienten esa misma sensación de seguridad que algún rico. No todos los ricos sienten ese sentimiento de seguridad por sus cosas materiales así como no pasa los mismo con todos los pobres. Creo que el rico (muchos) en lugar de sentir cierta seguridad, sienten "libertad", cuando menos así lo siento con el rico del evangelio, a pesar de sus riquezas, él seguía la ley de Dios y por sus acciones creo que de ninguna manera sentía cierta seguridad o cierto apego a las cosas materiales. Cabe preguntar entonces por qué el rico sintió tristeza al escuchar las palabras de Dios, no dice mucho al respecto más que "tenía mucho", quiźas como rico pensaba en cómo darle el dinero a los pobres? Acaso las monedas que les comparta los hará salir de pobres? Acaso pensaba el rico que si vendía todo, iba a dejar de dar trabajo a muchos buenos empleados? No sé, quiero pensar (solo quiero, solo trato, pretendo) que el rico no entendió lo que Jesús trató de decirle, así como muchos de nosotros nos cuesta tanto entender el significado de: Vende todo, dale el dinero a los pobres y sigueme.
Saludos.
Apreciable Hugo: El Evangelio dice, efectivamente, que el joven se entristeció y puso mala cara cuando Jesús lo invitó a abandonar sus muchos bienes... por otro lado, aquel muchacho anónimo (que bien podría ser cualquier persona, con bienes o sin ellos, y según el término evangélico "rico", es decir, "sobrado de sí mismo") "cumplía" los mandamientos, pero esto nunca le dio "satisfacción" ni "libertad", y esto es fácil de comprender, porque él mismo va a preguntarle a Jesús "qué es necesario para alcanzar la vida eterna"... el Señor lo invitó a no conformarse con ser "bueno", le dio la pauta para alcanzar la "perfección". Los bienes que uno tiene, al repartirlos, podrán no liberar a los demás de sus necesidades... pero si no estamos apegados a ellos sí que nos liberará a cada uno de nosotros... ¡Bendiciones!
ResponderEliminarGracias Oscar por tu atención a mi muy humilde punto de vista, eres claro en tu respuesta, muchas bendiciones.
ResponderEliminarApreciable Hugo Humberto: Agradezco también el tiempo tan valioso que dedica a leer estos posts. Bendiciones.
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