viernes, 2 de noviembre de 2012

En consonancia litúrgica...



Conmemoración de todos los santos

En los primeros años del cristianismo, la mejor forma de dar testimonio de la fe era derramando la sangre, siendo mártir. Así, “ser mártir” equivalía a “ser santo”.

Sin embargo, es fácil comprender que no todos los mártires fueron elevados a la calidad de “santos”… ni que todos los santos fueron “mártires”.

Por eso, el Papa Gregorio III (quien gobernó la Iglesia del 731 – 741) fijó que los días 1 de noviembre, se recordara a “todos los santos” (incluyendo a todos los que no eran “conocidos” o “reconocidos oficialmente” como tales). A mediados del siglo IX, el Papa Gregorio IV, extendió la celebración a toda la Iglesia.

Desde entonces, honramos la memoria de todos nuestros hermanos que ya han alcanzado la felicidad eterna, porque vivieron heroicamente las virtudes cristianas… ¡Modelos de nuestra fe!


Comemoración de los fieles difuntos

El día 2 de noviembre, recordamos respetuosamente a todos los que ya murieron, pero de forma especial a aquellos hermanos nuestros que aún permanecen en “estado de purificación”, o que requieren de cierta “limpieza espiritual” en el purgatorio.

La Sagrada Escritura nos aclara quesanto y saludable es el pensamiento de orar por los difuntos para que queden libres de sus pecados”   (2 Mac 12, 46).

Pues bien, a estas convicciones, se añaden las expresiones populares, y en nuestra Patria es común el uso de “altares de muertos”, recubiertos de elementos propios del folclore y de la idiosincrasia regional: papeletas de colores, calaveritas de dulce, alimentos y bebidas típicas, flores de cempasúchil, veladoras, y un larguísimo etcétera, acrecentando la piedad y la comunión con todos los que formamos la Iglesia... aunque hayan partido ya de este mundo.

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