Me fugué de tu regazo, Padre mío,
yo dejé tu bella casa y tu mansión.
Me importó más el dinero que tu vida,
preferí más una herencia que tu amor.
Te dejé confuso y triste, sin palabras,
y cargado de dinero, y de "ilusión",
malgasté tu hacienda en vanas compañías,
que no sacian, que no llenan, no, Señor.
¡Volveré! ¡Me levantaré!
A ti, Dios del Cielo, clamaré:
Yo pequé, te abandoné,
acógeme en tus brazos como un siervo.
Ya maltrecho, sin dinero, sin "amigos",
mendingando un buen trabajo y posición,
terminé cuidando cerdos. ¡Qué incoherencia!
No merezco ni bellotas, no, mi Dios.
Reaccionando en mi indigencia, yo pensaba:
¡Cuántos siervos hoy se sacian de tu don!
¡Cúantos, Padre, hoy se llegan a tu mesa,
y yo aquí, tirado y mustio sin tu amor!
¡Volveré! ¡Me levantaré!
A ti, Dios del Cielo, clamaré:
Yo pequé, te abandoné,
acógeme en tus brazos como un siervo.
Tú cerraste mis palabras con las tuyas.
Tú mandaste hacer banquete, y una voz
convidaba a estar felices, porque tu hijo
había vuelto, estaba muerto... y hoy ya no.
¡Qué detalle, Padre bueno! Yo te canto.
Me acogiste muy contento, y tu perdón
desbordó mi alma de una paz profunda.
Tú eres vida, tú eres gracia, eres Amor.
¡Volveré! ¡Me levantaré!
A ti, Dios del Cielo, clamaré:
Yo pequé, te abandoné,
acógeme en tus brazos... Padre, soy...
Y tú contestaste, Señor: ¡Tú eres mi hijo!
Y esta hermosa poesía tiene "tonadita"... Aún la recuerdo, ¡Bella!
ResponderEliminarLa tiene... sí... Muchas gracias por el comentario...
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